lunes, 22 de octubre de 2012

Ciudad y cultura urbana

Cuando la ciudad olvida a los niños, olvida a todos los ciudadanos y también se olvida a sí misma, pero si recupera la relación con los niños, si les da tiempo y espacio para jugar, si les concede la palabra, les escucha y tiene en cuenta sus ideas, tal vez pueda salvarse. Francesco Tonucci Hemos sido testigos de cómo se planea una ciudad: en función de las necesidades de los adultos, el auto en primera instancia, las compras, los servicios dirigidos a personas mayores ¿y los niños y adolescentes? Parecen haber sido olvidados. Cada vez aparece más la idea de la ciudad pensada como campo de especulación inmobiliaria, que ha sido planificada para una sola categoría de persona: varón, jefe de familia de entre veinte y sesenta años, que trabaja en una oficina, de clase media y alta, lo que genera gran parte de las malas soluciones urbanísticas, como los sistemas de transporte. Los niños y adolescentes usan la ciudad en los rincones que la ciudad les deja. Los lugares se usan como lugares de transgresión e incluso se violentan, se utilizan de manera distinta a como fueron concebidos, el centro comercial es entonces lugar de encuentro y no de compras, es lugar para correr y patinar y por consecuencia se sataniza a los pequeños porque no son los sujetos del diseño. Haga la prueba: salga a la vereda y observe cuántos niños están caminando por la ciudad sin compañía de un adulto, cuántos de ellos están en las plazas sólo acompañados por sus pares, bien lejos de todo control y vigilancia familiar; cuántos vehículos detienen su marcha para permitirles cruzar la calle sin riesgos. El pedagogo italiano Francesco Tonucci lo hizo hace tiempo y observó la misma imagen que todos podemos ver y que confirma que las ciudades ya no están en manos de los niños, y que el tránsito y la inseguridad no les han dejado demasiado espacio para el juego y la espontaneidad. “Los niños han desaparecido, los hemos excluido de la ciudad porque no permitimos que salgan de casa, que jueguen con los amigos y conquisten el mundo. Si vamos afuera ahora no encontraremos niños solos ni otras categorías que se han excluido de la ciudad: ni ancianos viejos, ni personas que se muevan en silla de ruedas”, dice Tonucci, creador del concepto “La Ciudad de los Niños”, basado en que pensar en los niños y en los jóvenes y conferirles su merecido lugar de ciudadanos nos coloca ante el desafío de gobernar con una mirada estratégica, entendiendo las políticas públicas como garantía de las nuevas generaciones y a la altura de su capacidad de cambio y sus enormes posibilidades de invención e innovación. La consigna que mejor resume el espíritu de esta propuesta es la que postula que “si una ciudad es buena para los niños, es buena para todos”. Pero de ninguna manera se trata de diseñar, desde un escritorio aquellos proyectos que parezcan más interesantes a los adultos. Por el contrario, el desafío es integrar a los mismos niños al debate y escuchar sus propuestas. En definitiva, “trabajar hacia una nueva filosofía de gobierno de la ciudad, tomando a los niños como parámetro y como garantía de las necesidades de todos los ciudadanos”, tal cual sintetiza el material de difusión elaborado por el gobierno de Santa fe en Argentina, a través del Ministerio de Innovación y Cultura que presenta a ésta como la primera provincia que asumió el desafío de construir políticas públicas para la infancia. El Gobierno de la Ciudad de México ha impulsado varios programas de apoyo a jóvenes y niños en los que se promueve su participación activa en la toma de decisiones para la Ciudad. Es así que la Ciudad de México se ha adscrito al Proyecto Ciudad de los Niños, cuya presencia se extiende ya a varios países de Europa y América Latina. La ciudad de Alcira en España, ha venido desarrollando una serie de propuestas dirigidas a los más pequeños con el fin de hacerlos partícipes de la vida cotidiana y de la actividad civil, un gran medio para educarlos en la integración social. Se creó el Consejo de niños y niñas, que se reúne mensualmente y en el que participan jóvenes de primaria y secundaria para tratar temas de interés relacionados con la vida municipal. También se fundó una radio para niños, en la que los más pequeños son el informador y el informado, un medio directo de comunicación para difundir los valores más importantes de la sociedad: sinceridad, solidaridad, bondad, dedicación. Se creó el Observatorio infantil con el objeto de canalizar y discutir demandas y sugerencias de los niños de la ciudad. Por otro lado es lamentable encontrar en la televisión programas como el de “Pequeños Gigantes” que tienden a “adultizar” a los niños sin crearles el espacio necesario para ser ellos mismos. Escudados en las capacidades “artísticas” de los niños los convierten en sujetos del espectáculo y no abonan en nada a la urgente necesidad de que los niños participen dándoles la palabra y aprendiendo de ellos. Debemos centrar la atención en nuestro futuro, que son los niños, para que ellos sean los motores de los cambios sociales. Entre las consignas fundamentales de “La Ciudad de los Niños” se establece que los niños deben ser dueños de su propia ciudad, en ella están los aprendizajes y juegos, afectos y conceptos. Cualquier intento genuino para devolver a los niños la ciudad significará una mayor valorización de lo público y una propuesta de apropiación del mismo para todas las edades. “Creo que es muy importante que la ciudad se devuelva a los niños”, dice Tonucci, consciente de que sus palabras invitan a un fuerte compromiso por parte de las autoridades que acepten sumarse a su propuesta. Pero además advierte: “la ciudad ha perdido a los niños y es grave: las ciudades sin niños son peores, nosotros sin niños somos peores y creo que, no voluntariamente pero sí de hecho, la decisión de las ciudades de excluir a las categorías débiles es para aprovechar el espacio sin tener testigos ni moderadores. Porque los niños nos miran y nos juzgan”. Aunque parece más fácil convertirlos en espectáculo.

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